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BAJA CALIFORNIA SUR

VIAJES Y TURISMO

Caminos borrosos. Panoramas desérticos. Cuevas tatuadas con pinturas rupestres. Tradicionales pueblos pesqueros y extensas costas que son la puerta de entrada a un fabuloso mundo marino, configuran la indómita geografía de una región surgida por la violencia volcánica que hace diez o quince millones de años desquebrajó la falla de San Andrés, dando origen a la península de Baja California.

Tierra de contrastes: un desierto que se enfrenta al azul intenso del mar. Cara y sello: una península iluminada por el sol inmenso y vigoroso; varias cuevas sombrías y rocosas que develan el mundo de los antepasados. Aridez y abundancia: campos secos de vegetación magra, un océano pródigo y exuberante, “el acuario del mundo”, como lo bautizara el célebre Jacques Cousteau.

Los primeros vestigios de la presencia humana en Baja California Sur están “tatuados” en las paredes de varias cuevas y grietas rocosas. Figuras humanas y de animales, escenas de caza y de recolección de frutos de 10,000 años de antigüedad, conducen a los visitantes a un espectacular e inédito viaje a la prehistoria.

En las sierras de San Francisco y Guadalupe “hombres de una raza de gigantes”, según las versiones de los nativos consultados por los cronistas españoles, trazaron las escenas de su vida cotidiana -incluso sexuales-, legando a sus descendientes una de las mayores muestras de pintura rupestre en el mundo, un auténtico Patrimonio de la Humanidad, como lo reconoció la UNESCO.

Cuando los españoles pisaron la península por primera vez en 1534, se amedrentaron por la escasez de agua y la férrea resistencia de los nativos pericúis (sur), guaycuras (norte) y cochimíes (norte), quienes en una lucha tenaz rechazaron a los extraños.

Tiempo después llegarían los jesuitas para fundar el 25 de octubre de 1697 la primera de sus 18 misiones evangelizadoras. Con paciencia y tenacidad, los religiosos, liderados por padre Juan María de Salvatierra, apaciguaron el ánimo beligerante de los nativos. Los “hombres de Dios” asentados en la península predicaron la fe católica y enseñaron técnicas agrícolas y ganaderas.

Si se quiere comprender la ardua y sacrificada tarea de los religiosos, hay que recorrer los 9 centros evangelizadores que aún se mantienen en pie; o enterarse de sus avatares y peregrinajes en las salas del museo de las Misiones Jesuíticas de Loreto, cuya sede es una viejo edifico colonial.

En esos tiempos la totalidad de la península de California era territorio mexicano, pero, en 1844, después de un conflicto bélico la zona de Alta California pasó a manos de los Estados Unidos. Tres años después el gobierno dividiría su sector en norte y sur.

El estado de Baja California Sur recién sería reconocido como tal a partir del 2 de setiembre de 1974, siendo su capital la ciudad de La Paz, localizada a 4,310 kilómetros de México DF. Su población actual supera los 420 mil habitantes.

Abandonamos la historia, las misiones y los museos. Ahora vamos al mar de Cortés y al océano Pacífico. Aquí la costa es primorosa, las islas son un auténtico capricho geográfico y la fauna es abundante. Es el hábitat de una interesante variedad de especies, entre ellas graciosos delfines y cientos de lobos marinos que se solazan bajo los rayos del sol.

Todos los años estas aguas son visitadas por enormes ballenas grises que recorren 9,000 mil kilómetros desde el frío mar de Bering (separa Alaska de Asia), para aparearse o parir en las lagunas Ojo de Liebre y San Ignacio (Reserva de la Biosfera El Vizcaíno), el estero de la Soledad (Puerto Adolfo Mateos) y en puerto San Carlos (bahía Magdalena).

Otros gigantes marinos como las ballenas jorobadas y azules, cachalotes o ballenas espermas, además de orcas, también frecuentan estas aguas costeras.

Las aguas del mar de Cortés son una tentación para quienes practican el buceo scuba y el snorkel, pudiéndose observar calamares gigantes y más de ochocientas variedades de peces.

Sin embargo, la pesca es la actividad deportiva más popular: las costas de Loreto son perfectas para atrapar marlines negros y azules, mahi-mahi, wahoos, atunes dorados, entre otras especies.

Todos los años, en octubre, en el Cabo San Lucas unos 200 aficionados de varios países del mundo participan en un torneo de pesca del marlin azul o negro. El premio es de un millón de dólares.

Pero las actividades marinas no terminan ahí. También incluyen el windsurfing, la vela y kayak de mar, experiencias deportivas que permiten un acercamiento a la naturaleza y, a la vez, refrescarse del tórrido calor que impera en la zona, porque en el verano los termómetros sobrepasan los 40 °C.

Después del deporte hay que ejercitar el paladar. La gastronomía de Baja California Sur ofrece tesoros culinarios a base de langostas y almejas, entre otros frutos de mar. No se debe dejar de probar el filete imperial (camarones con tocino a la plancha).

Parajes exóticos, lugares llenos de magia y ensueño donde se dan cita la ventura y el entretenimiento para continuar escribiendo la historia de Baja California Sur. Una tierra conquistada con la fuerza de la fe.

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