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Villahermosa Mexico

VILLAHERMOSA

VIAJES Y TURISMO

Sus serenas planicies, su suave geografía, sus ríos generadores de vida y sus misteriosos pantanos, eran casi siempre ignorados por los viajeros, quienes, ansiosos por llegar a la indescifrable selva chiapaneca, obviaban los fantásticos encantos naturales e históricos de Tabasco, la tierra bendita en la que germinó la semilla de la civilización mesoamericana.

Lugar de paso a pesar de toda su riqueza paisajística y su vívida explosión de flora y fauna; lugar desconocido a pesar de ser la cuna de los olmecas, la cultura madre, la raíz de todos los pueblos autóctonos de centroamericanos; lugar apenas visitado a pesar de sus monumentales complejos arqueológicos y sus invalorables vestigios del ayer.

Pero los tiempos han comenzado a cambiar. Hoy Tabasco se revela a los ojos del viajero como un destino impactante, variopinto, salpicado de llanos, sabanas, manglares, costas, pantanos y pedazos de selva; un estado con un riquísimo legado histórico, una valiosa herencia de las culturas olmecas y mayas que aún se conserva para el deleite de la humanidad.

En estas tierras calurosas surcadas por ríos navegables como el Grijalva y Usumacinta, el conquistador de México, Hernán Cortés, recibió un inusual obsequio de manos del cacique Taabs Coob: la Malinche o doña Marina, la hija de un noble indígena que se convertiría en su intérprete (ella hablaba la lengua náhuatl) y consejera. También en su amante.

Allí termina la historia prehispánica de Tabasco. Allí comienza la historia de Villahermosa, la capital del estado localizada a 863 kilómetros de la Ciudad de México. Sus orígenes se remontan a 1519, cuando Cortés -quizás luego de recibir a la Malinche- fundó sobre la margen izquierda del río Grijalva el primer enclave español, al que bautizó con el nombre de Santa María Victoria.

Tiempo después, debido al constante ataque de los piratas, la ciudad tuvo que ser trasladada río arriba, por lo que su nombre fue cambiado a Villahermosa de San Juan Bautista. Ese fue el inicio de una historia agitada, marcada por luchas y enfrentamientos que terminarían por “borrar” de la faz urbana actual, a las antiguas construcciones coloniales que engalanaban la capital tabasqueña.

La sucesión de hechos violentos se inició en 1846, cuando la ciudad fue bombardeada por tropas estadounidenses que querían invadirla; en 1863 y 1864, los violentos ataques se repitieron, pero esta vez los agresores fueron las fuerzas intervencionistas francesas. Se cambió el enemigo; más no el resultado: Villahermosa quedó destruida.

En el siglo XX las luchas fueron intestinas. Entre 1926 y 1929 se desató en el país la llamada Guerra Cristera, un inusitado enfrentamiento entre el estado mexicano y la iglesia católica. En Tabasco el conflicto alcanzó proporciones inverosímiles cuando el gobernador Tomás Garrido Canabal lideró una agresiva campaña anticlerical que incluyó la destrucción de varios templos.

Pero todo eso es parte del pasado, ahora Villahermosa despierta con el suave murmullo del río y el fresco aroma de las flores de guayacán. Un ambiente sosegado que invita a recorrer la Zona Luz -su cara más tradicional- y admirar la soberbia Casa de los Azulejos, el Palacio de Gobierno con sus finos acabados europeos o la Catedral del Señor de Tabasco y sus estilizadas torres.

La ciudad también se revela como moderna y actual, debido a un proceso de dinamismo arquitectónico que se inició en la década del 70′ del siglo pasado, cuando el estado de Tabasco se convirtió en una de las principales regiones petroleras del país, lo que cambió la geografía urbana de Villahermosa.

Deslumbrantes edificios y amplios centros recreativos cambiaron la fisonomía de la capital estatal, siendo la zona denominada Tabasco 2000, la principal vitrina del progreso, el mejor ejemplo de la rejuvenecida ciudad. Aquí se encuentran el inmenso, exuberante y divertido parque Tabasco (con delfinario y teatro al aire libre) y el Planetario, uno de los principales observatorios de México.

La otra cara de la medalla es el Parque Museo de La Venta, donde se exhiben valiosas esculturas olmecas hechas en piedra basáltica, además de estelas labradas en bajo relieve y soberbios altares que revelan la grandeza de los hombres prehispánicos; testimonios históricos que se complementan con un divertido zoológico, con especies de la fauna y la flora local.

El recorrido por los pasillos de la historia mesoamericana debe continuar en las salas del Museo Regional de Antropología Carlos Pellicer, un vistoso edificio que cobija excelsas muestras de las diversas culturas que habitaron Tabasco antes de la presencia hispana. Las piezas, especialmente olmecas y mayas, provienen de las antiguas ciudades de Tlatilco y Teotihuacan.

Los vestigios del pasado son, también, una tentadora alternativa en las afueras de la ciudad. Un ir y venir por remotas ciudades que revelan la grandeza de los primeros mesoamericanos, aquellos que erigieron Comalcalco, con sus singulares edificios de ladrillo, barro, arena y conchas; La Venta, con sus conceptos urbanísticos de alta precisión; y, Pomoná con sus impresionantes jeroglifos e edificios piramidales.

Y después de sumergirse en el “mar de la historia”, nada mejor que iniciar un azaroso viaje en busca de la biodiversidad de Villahermosa, que tiene su principal bastión en el Centro de Interpretación y Convivencia con la Naturaleza Yumká, un vastísimo parque ecológico de 110 hectáreas, donde se protege y se coadyuva a la conservación de numerosas especies de flora y fauna en peligro de extinción.

Otros espacios naturales son Coconá, una gruta de caprichosas formas y cuevas misteriosas, y Koleem-Jaa, una espectacular reserva ecológica en el extremo sur de Tabasco, donde no faltan preciosas montañas, cascadas y ríos en los que se puede buscar a la adrenalina a través de diversas actividades deportivas, como el trekking, el rapel y el mountain bike.

Villahermosa y todo Tabasco ha sido redescubierta por los viajeros. Hoy, uno de los estados petroleros más importantes de México, no es sólo un lugar de paso en la búsqueda de los insondables misterios de la selva chiapaneca, sino un auténtico destino en el que confluyen lo pretérito y lo moderno. Quizás una nueva semilla civilizadora está germinando en estas tierras calurosas.

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